Contexto Histórico
La
antropología es una de las ciencias que más tardíamente se han desarrollado,
porque tiene que considerar al hombre y su cultura en todo lugar y todo tiempo.
No se tenía conocimiento de la gran parte de los pueblos y las culturas del
mundo por lo que no se podía generar una teoría científica general sobre el
hombre.
El
desarrollo de la antropología no fue posible sino hasta la época de las
exploraciones europeas cuando los eruditos se pusieron en contacto con diversos
pueblos, sin embargo no se lograron establecer escalas de tiempo hasta que
ciencias como la geología y la biología hicieron grandes avances.
Los
primeros esfuerzos por desarrollar los estudios de antropología se vieron obstaculizados
por la inadecuación de los datos debido a que muchos estudiosos de la
antropología basaban sus escritos en informes fragmentados y a menudo
tergiversados de comerciantes, exploradores y misioneros. Hasta mediados del
siglo pasado los investigadores no visitaron los pueblos salvajes con el
propósito de estudiarlos, si no con propósitos de colonización, expansión
territorial y acumulación de riquezas.
La
antropología nace en el siglo XIX y es básicamente anglosajona por el
desarrollo que ha tenido en el mundo de habla inglesa, sin embargo “la
antropología como ciencia, o al menos como campo de conocimiento, nace cuando
una sociedad se pone en contacto, escribe y reflexiona sobre sociedades
diferentes” (Marzal, 1998 p.10). El caso más notable tiene lugar cuando los
españoles llegan al nuevo mundo y conquistan, colonizan y evangelizan a los
pueblos indios.
La
antropología empezó como la ciencia de la historia. El éxito del método científico
llevó a los antropólogos del siglo XIX a pensar que los fenómenos
socioculturales estaban gobernados por principios que podían descubrirse y
enunciarse en forma de leyes. Con el paso de los años la teoría antropológica
se volvió especulativa pues lo que más se necesitaba era la recopilación de
datos empíricos y se llegaban a conclusiones sobe la naturaleza de la historia
y la cultura. Los antropólogos escogían los acontecimientos diferentes e
incomparables por lo que la antropología se volvió de carácter ideográfico
(Harris, 2004, p. 1).
Manuel
Marzal basándose en una reflexión sistemática sobre el funcionamiento y
evolución de las sociedades diferentes considera que puede hablarse de tres
etapas:
La primera etapa que se
inicia a mitad del siglo XVI, corresponde al mundo colonial hispanoamericano,
sobre todo de México y del Perú. Los españoles al enfrentarse a las culturas
americanas y al tratar de transformarlas en lo político y lo religioso,
hicieron muchos estudios descriptivos e históricos de dichas culturas y acumularon
mucha reflexión teórica sobre la transformación de las mismas.
La segunda etapa se inicia
en el último tercio del siglo XIX, cuando personas de distintas profesiones y
nacionalidades hacen formulaciones sobre la evolución de la sociedad y de sus
instituciones (la familia, el Estado, la propiedad o la religión); tales
formulaciones cuyos ejemplos clásicos son La cultura primitiva (1871) de Edward
B. Tylor y La sociedad antigua (1877) de Lewis H. Morgan, afirman la evolución
unilineal de las sociedades y de sus instituciones, como una ley científica.
Con el paso del tiempo el Evolucionismo cultural, cuya clave para explicar el
desarrollo de las sociedades es la invención, se desprestigia por falta de
pruebas; así entra en escena el Difusionismo cultural, cuya clave es la
difusión o préstamo, que también formula generalizaciones con gran seguridad;
pero, la falta de pruebas suficientes llevan al desprestigio al Difusionismo y
a los estudiosos a cambiar la pregunta. Así estos ya no indagan como nacen y
evolucionan las culturas, sino cómo funcionan y que significan. La olvidada
pregunta evolucionista será retomada varias décadas después, pero entonces se
habla de una evolución no unilineal, sino multilineal.
La tercera etapa con el
tema del funcionamiento de las culturas, se inicia en el primer tercio de siglo
XX cuando se institucionaliza la carrera de antropología en las universidades
norteamericanas, inglesas y francesas. Entonces surgen escuelas nacionales: la
antropología cultural de Franz Boas en Estados Unidos, la antropología social
de Bronislaw Malinowski y Alfred Radcliffe-Brown en Inglaterra y la etnología
de Marcel Mauss en Francia. La primera estudia la cultura como modo de ser y
actuar propio del grupo; la segunda, la estructura social de los pueblos
primitivos, como una rama de la sociología; y la tercera, también la estructura
social, pero con una fuente de preocupación por temas más filosóficos de la
vida social.
Los
primeros estudios antropológicos, como los actuales eran complejos; la mira
central de la antropología ha sido desde el principio incluir en sus estudios a
todos los hombres y todas las culturas donde sea que se encuentren. La mayoría
de los primeros tratados sobre las culturas humanas eran evolucionistas; sabios
como Edward B. Tylor, Herbert Spencer y Lewis H. Morgan se interesaron
principalmente en determinar cómo nuestras propias culturas han crecido y se
han desarrollado a partir de sus comienzos “salvajes”, mientras que otros en la
antropología física seguían el problema de la evolución biológica del hombre
(Beals y Holier, 1981, p.17).
Las delimitaciones de la antropología siempre han sido
problemáticas. A principios del siglo XX
Franz Boas estableció que el dominio del conocimiento de la antropología
incluía la historia biológica de la humanidad, la lingüística de los pueblos
sin escritura, la arqueología de los pueblos sin registro y la arqueología
prehistórica y que son lo que actualmente se reconoce como los cuatro campos
tradicionales de la disciplina americana. La antropología nunca ha estado
delimitada realmente pues proviene de múltiples orígenes y es el resultado de
varios procesos de fusión que parte de su relación con otras ciencias. Por ejemplo,
“de la tradición de la historia natural surge tanto la antropología física como
el trabajo de campo en la antropología social y cultural; de la tradición
filológica surge la antropología lingüística, la antropología simbólica y la
hermenéutica; de la tradición de la filosofía moral surge la antropología
psicológica y social; de la tradición de la afición a las antigüedades surge la
arqueología y el folklore” (Stocking, 2002, p.13).
El objetivo de la antropología ha variado dependiendo de
la época y el lugar. En las primeras décadas del siglo diecinueve la
antropología era completamente interdisciplinar tanto en su origen como en su
constitución.
Uno de las primeras problemáticas que surgieron fue la
distinción entre antropología y etnología. El termino antropología privilegia
las diferencias entre los grupos que conforman la humanidad y el termino etnología se refiere a las
características genéricas de las especies humanas. En el siglo XIX fue usual la
etnología que posteriormente, con el surgimiento de la revolución Darwiniana
fue sustituida por la antropología característica de la tradición
angloamericana en 1870.
Por otro lado surgieron cuestiones donde se planteaba la
unidad o la diversidad humana. Los poligenistas argumentaban que las
diferencias entre grupos humanos eran suficientes como para ser consideradas
especies separadas y los monogenistas decían que esas diferencias surgieron a
lo largo del tiempo a partir de un mismo origen humano; esta última fue la más
aceptada y fue característica de la tradición angloamericana a finales del
siglo XIX.
Lo que se planteaba inicialmente no era solo el origen o
la historia de las razas sino que también el origen e historia de la especie
humana. El evolucionismo establecido trataba no solo del desarrollo físico del
hombre sino también de las distintas capacidades mentales como el lenguaje y
los fenómenos sociales y mentales por lo que las evidencias de la raza, el
lenguaje, la cultura y la arqueología eran relevantes para la solución de los
principales problemas antropológicos.
Otra problemática era que la antropología se declaraba
como el estudio de toda la humanidad, sin embargo, en la práctica tendía a
limitarse principalmente a aquellos pueblos que eran conocidos como
“primitivos” o “salvajes” considerados como inferiores.
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